El caso de don Luis Martí

Caricatura de Picarol

La inmensa mayoría de terreneros puede que sepan que en el nomenclator ciudadano o en los callejeros figura una calle que lleva por nombre la de Luís Martí. De él y su caso, no bastan cuatro pinceladas, es necesario remarcar las sombras, para que el perfil resulte perfecto. Fue todo un señor. Hombre de vasta cultura, instruidísimo. Reunía el don de gentes. En lo político militó en el partido Republicano. Mallorquín acérrimo y adorador cien por cien del riente caserío. Hablaba correctamente el francés, entonces considerado lengua universal y "chapurreaba" bastante bien el inglés, por lo que pudo defenderse admirablemente en sus funciones de Alto Comisario del Lloyd Inglés. Dedicóse a la Abogacía y fiel a sus doctrinas democráticas intentó ser abogado de pobres, pero al percatarese que los había en mayor número de los de conveniencia que de solemnidad, la práctica le enseñó que los pobres de solemnidad no pleiteaban nunca por estar aferrados al juramento gitano de "tengas pleitos y los ganes". Prefirió no ejercer. Nacido en buena cuna, hijo de casa acomodada y la política le costó sus buenos dineros, como solía ocurrir entonces, no importaba el color del liderato. Era soltero. Mejor dicho, quedó soltero y aún cuando tuvo fama de ser libre-pensador, le dió por la filosofía. Olvidaba deciros que don Luis Martí fue el colmo de la calma. Una calma chicha, como si dijéramos la plasmación vital del relente fotográfico, hogaño tan de moda en los partidos de fútbol. Y hasta creo, que don Santiago Rusiñol, en él se inspiró para reflejar la calma mallorquina de la que anduvo pergeñado. Naturalmente era revolucionario. Pero lo mismo le daba que la revolución sobreviniera mañana mismo como que estuviese cien años en producirse.


Más adelante se retira un poco la costa para recibir las aguas, que vierten por el mediodía del cerro de Bellver y por el norte de las alturas de Bonanova, y juntas cortan el camino de Palma a Portopí para caer al mar: esta garganta se halla entre la quinta del corp Marí, propia de la familia de Barceló, pequeña y poco digna del gran nombre del héroe que la construyó, y la del Terreno, que pertenece al eminentísimo Despuig: pequeña también, pero mejor situada, y que según dicen va a recibir mucha mejora y hermosura de un dueño, que reune a gran generosidad el más delicado gusto en las artes.
Vista de la isla de Mallorca de Gaspar Melchor de Jovellanos en Diccionario histórico-geografico-estadístico de las Islas Baleares, Volum 1 de Joaquín María Bover de Rosselló

Como solía suceder entre humanos comunicativos, un buen día don Luís estuvo invitado a una "garden party" en una de las quintas de recreo del Corp Mari. Había lo mejorcito del sexo débil de la colonia veraniega, algunas damiselas de Ciutat, otras de Porto Pí, y d'El Terreno. Don Luís, hombre de sociedad, sumamente dicharachero, de carácter abierto y muy divertido, después de la "merienda", bien fuera por la "garden" o por el 'party", o por efectos del té, que a su juicio, resultaba demasiado fuerte por su complexión, casi "absténia", quedó engarzado sin darse cuenta por el resplandor de unos ojos morunos, que le jugaron junto con Cupido la más profunda herida en su endeble corazón. Don Luís Martí quedó lo que se dice encisat del tot. Aquella tarde, perdida la noción del tiempo, cayó en Berlina y en sucesivas prendas, y, como fuere que entonces las damiselas conocían todas las normas de los juegos de salón, siempre las hubo hijas de Eva, que además conocen todos los trucos, percatándoes del romance en embrión, pues la de marras no podía disimular su inquietud por los pagos de ciertas "penyores" a cargo del que estaba en Berlina.

A los pocos días, ya sabía sin apenas preguntar que la "gachí" era una chica de prendas, un colomet sense fel, hija única, convencina de los Maura de per davers sa Calatrava, gozaba de excelente posición social y económica, por lo que aquella boda, se consideraba que era tal para cual. Para don Luis, el único garbanzo negro, que le resultaba más bien gris y que según fue pasando el tiempo ya le resultaba plateado, era el barrio. Pues habituado como estaba a respirar aire puro, oxígeno de la mejor especie en aquel xibiu terrenense, le molestaba sentir la peste de los taninos de los curtidores, Claro que desde e1 festetjador ventanillo en forma de ojo de buey por el que, a duras penas el redondeado tragaluz tenía espacio suficiente para que pudiera el enamorado contemplar toda la imagen de su adorado tormento.


Festejador
Vinya prop de camí,/ camí prop de riera/ i noia finestrera/ solen tenir mal fi.

Debo consignar que tot Ciutat aventajaba a nuestro barrio en el arte del festeig. El riente caserío no contenía sus quintas de recreo con ninguna clase de ventanita y la mayoría de casas de Palma, solían tenerlo cuando no en es lligadó. Ventanas que tenían una reja de hierro muy historiada, casi tanto como lo era la verja de s'Hortet de "Ca'n Xapeta" sin los anzuelos, pero, además de este tinglado, solía haber una rejilla galvanizada de triple torsión, cuya malla se denominaba de canari. Como veis, tal refuerzo venia a ser la malla del honor y toda cuanta tentación resultaba obvia.

Don Luis, y sus muchos contemporáneos célibes, recordaban lo ocurrido a un cierto jefe de máquinas de la Isleña Marítima, pretendiente de una chica que vivía en una casa de la calle de San Cayetano. También hija única. El ventanillo daba al rellano. Este no "cuadraba" con el ventanillo. Pero un día, el maquinista enardecido de amor, logró saltar y aferrarse al ventanillo, logrando subir de braó. Le faltó un "casi" por poder rozar las mejillas de s'al·lota. Más el terrible sino se ensañó con la pareja ya que en aquel preciso instante, el progenitor, les cogió "in fraganti" suspendido cual un titiritero, por poco se cae sobre el sogre potser. S'al·lota, también sufrió bat-i-cor. Fue la campanada padre. Debióse acelerar la boda, sin haber podido ella, terminar su bánova y para personas de buen ver, venia a ser casi tan insultante com fer pasco, abans del ram.


El vapor Mallorca en el port de Palma
Acumulació de galeretes a l'arribada del correu.

La tranquilidad que se gastaba don Luis Martí, los buenos modales y sobre todo el protocolo que se gastaba es jove unido a la carencia de hiel que contenía tan bella tortolita hacían presumir un casorio repleto de venturas. Así que, Luis Martí se determinó pedir permiso per festetjá, librándose con ello de respirar miasmas calatravinas, tener tortícolis, o que un día le ocurriera lo que al amigo acróbata por afición. Por ello, la familia, se procuró una buena "carabina" señora de compañía que supiera su obligación, nada pánfila y sí posible con conocimiento de idiomas "modernos".

En las cosas de amores y amoríos, siempre se dijo que qui fa tres, fa nosa. Y tanto se quiere arreglar a veces, que heu fóten tot. Pues la futura suegra, puso en antecedentes a la "carabina" del papel a desempeñar, porque el joven no era ningún pipioli. Intimo amigo de los Cavaller, que también hei tenen una casa a n'El Terreno, recalcando también lo del "comisariado" por lo que, la señora acompañanta, fue la serpiente tentadora y foco de discordia.


Vapor atracat al port de Palma.

Por su parte, la tortolita también ardía en deseos de saber qué clase de menesteres se traía con el cuento de los barcos, lo mismo veleros que trasatlánticos o cargueros y de guerra. También urdía demasiado sobre la nacionalidad. Por ello ambas, yendo con el galán de paseo por la muralla otras hasta El Terreno o por las latitudes del Monte Sinaí en casa de aquellos amigos a donde se conocieron y Cupido hizo de las suyas, en cuanto la señora de compañía tomaba baza en la conversación que siempre si no olía a alquitrán, olía a brea, se abordaban temas marineros, saliendo a colocación la bella silueta de los vapores trasatlánticos o las fragatas poderosas de la Rubia Albión. Don Luis, con mucha cachaza respondía que no era conveniente mezclar ous amb caragols. No valía la pena embadurnar lo espiritual con lo prosaico. Pero un día, precisamente en la mismísima esquina de Ca Ses Camacho, el triunvirato se encontró con otro trío. De éste se separaron, yéndose hacia don Luis, dos bellísima jovencitas gemelas, dos soles, dos pirulís o lo que se quiera calificar a las guapísimas concepción por partida doble de Antítrite, reina de los mares. Estámpale en ambas mejillas sendos ósculos, y en un perfecto francés saludáronle con muchísima afección. Ja podeu pensar... s'esglai de la tortolita. El señor, Comandante, guapetón, fornido de ensortijada barba, casi albino, que capitaneaba el carguero sueco, fondeado en bahía. Había visitado con sus dos gemelas el Castillo de Bellver. De inmediato hiciéronse las presentaciones de rigor. La mano de la novia fue levantada por la manaza corpulenta del marino que inclinado se la besaba sutilmente. Lo mismo ocurrió con la de la "carabina" que aquello le parecía la presencia del príncipe azul en sus ensueños de solterona tardía. Hizo alarde de conocer el idioma de Voltaire, pero para aquella "calatravina" fue algo así como una llederada de pega a su tierno corazón.


L'hotel Victòria i els banys de s'Aigo Dolça.

Por cosas de, la Mar y del Lloyd, el vapor sueco tuvo que retrasar la salida, y precisamente fue D. Luis Martí quien aconsejó al marino que fuera a visitar el Castillo de Bellver. En cierto modo, su único responsable del terrible shok. Menos mal, que doña Matilde (la carabina) feu sa llengo en alabanzas de la hidalguía y caballerosidad de los Vikingos. Mientras que, s'al·lota tragaba toda clase de qunlas. No pudo entender protocolo alguno y consideró ser la gran frescura y atrevimiento. Sentíase humillada al no haber podido aprender idiomas, mientras que, estaba harta de hacer labores.

El cortejo se despidió frente a s'Aigo Dolça. Tomaron el tranvía de mulas. Don Luis a pesar de sus filosofías, no sabía qué decir, y como libre-pensador, sólo una idea germinaba en su mente. Por despedida, antes de subir al tranvía, fue más o menos la siguiente: "Arréglate como quieras. No saldré más contigo, hasta que me lleves a esos barcos, el que sea. Quiero saber lo que haces, y cómo te reciben". Doña Matilde quedó mirándose al enamorado muy languidamente.


Assecant les pells en una antiga adoberia.
Font: Cal Granotes. Museu de la pell d'Igualada

Al día siguiente, según costumbre, fue a la cita como de costumbre. A poco se abrió el postigo y la sirvienta, dijo que la señorita no estaba en casa. Había salido con su madre de compras y de visitas, Don Luis aquella tarde, va aplegá ses brevades de aquelles malaídes adoberies que tanta repugnancia le daban.

El pobre se sentía deshecho. Ni en tiempo de elecciones se había sentido tan mal. El sogre-pot-ser, era apolítico. La Calatrava era un buen distrito, aún con la presencia de los Maura siempre había salido triunfante. Pero... ¿Y si hay represalias? lo habré perdido todo, se decía. Al volver a casa, se encontró con un Cable del Lloyd. A los dos días llegaba un Cargo inglés el "Revolution" y atracaría junto a la Farola. Se fue inmediatamente a casa de la novia. Junto a las Monjas del Centro, se cruzó con doña Matilde. Dióle la noticia. Convinieron que le mandaría sa galereta. La Carabina aconsejó que en vez de encontrarse junto a Caballería, que las estuviera esperando frente a La Sala. La cosa, pareció ir, viento en popa. Pensó para sí: Després d'una maró sol venir una bonança.

Para que vosotros podáis daros mayor idea de lo acontecido transcribo del apunte que tengo, lo que por boca de don Luis Martí, ocurrió:


Far de la Riba.
Juan Malberti projecta aquest far el 1900 i s’inaugura el 01-11-1903 amb una aparença lluminosa de 2 + 1 ocultacions cada 12 segons. Presta servei fins el 1982, quan s’apaga definitivament en veure’s substituït per altres balises, instal•lades amb motiu de la prolongació del moll.
L’edifici es desmunta pedra per pedra, es numeren i es torna a construir al lloc actual del gran vial, espina dorsal dels molls comercials. Amb anterioritat a aquest far hi havia una torre de fusta amb una llanterna octogonal de muntants de fusta i un aparell reflector amb llum de nivell constant.
Es va electrificar en 1918, i des de 1966 fins a l’apagada definitiva va estar emprant un sistema d’electrogas, que avui forma part de l’Exposició de Senyals Marítims del far de Portopí.
Font: Fars de Balears

"Yo fui educado al colegio dis frares Agustins. Con ello creo haberlo dicho todo. El barco con ambas anclas echadas, las amarras de popa atadas a los prois. La palanca, debidamente protegida, para marinos, claro. Tendría algo más de un metro de ancho estriada para no resbalar. Fuí el primero en pasar, y al instante me di cuenta de que, debido a la poca inclinación de la pasarela, hubiera podido cederle el paso a mi novia. A fin de cuentas, entre refajos, botas y demás, exigua cosa pecaminosa podía enseñar. A medio camino, me paro y le digo con ternura angelical, que por favor hiciere la merced de pasar adelante. Me contestó de muy mal talante, amb una morrada, diciéndome son els ases que van. devant!

"Nunca me había hablado así. Y hasta me parecía increible que de una boquita como la de un piñón pudieran salir tales sandeces. Le contesté que en tierra firme, pueden ir los asnos delante, pero en el aire y sobre mar, lo ignoraba. Además no pienso moverme hasta l'any sant. No llevo prisa. Y le rogué, que por favor no hiciera teresetes ni dramas. También noté que la plancha se movía y que doña Matilde tenía hipo. Y que debíamos 11amar la atención puesto que desde tierra nos miraban. Por fin, viendo "ella" mi terquedad, se decide a pasar y al cruzar de una revolada dióme un empujón con tan mala suerte que me hizo perder el equilibrio, yéndome de cap a s'aigo. Lo más terrible fue, que guiado por el instinto de conservación, me así fuertemente a sus refajos, que fue lo primero que estuvo a mi alcance y... me la llevé de remolque. Doña Matilde a su vez, debió tenderle el mango de la sombrilla. No sé si logró atraparla. Lo cierto fue que entre la popa y el muelle, éramos tres que braceábamos ferozmente. Yo en un secano soy un hombre muy cumplido. Procuré salvarme de la mejor manera posible. Pero ¿en el mar, quién se acuerda de hacer cumplidos? . Luego supe que un marinero de la Rubia Albión se echó al mar, izándolas a cubierta, como antes había hecho alguien conmigo. Una vez a bordo ja sa havía trencat es contpromis. Qui ho tenia de dir. Tant banyats i acabar en sec! Doña Matilde, entre sollozos histéricos, rogó en correcto francés, las dejaran desembarcar y en sa meva galereta... a sa Calatrava falta gent. Nunca más volvieron a mirarme de cara. Mientras yo, recibí doble agasajo. El del náufrago y en calidad de Comisario del Lloyd inglés.


Certificat d'agent de l'agència Lloyd.
Font: Agència Lloyd

"Mientras este Febo maravilloso sol que nos alumbra y nos da vida cumplía su misión secadora, yo en calzoncillos desde cubierta, vi flotar en las azules aguas del mare nostrum, sa meva galleta y la pamela de finas fibras de panamá y el adorno de plumitas, a la punyeta! I un poc més enllà, cual barquichuelo sa sombrilleta desmenegada.

Ben haige la Revolution, pues me volví conservador de mí mismo y de libre-pensador en filósofo y en tan bellas reflexiones, consideré que d'homo fadri ben conservat n'hi ha per molts anys.

Esta anécdota tan sabrosa fue comentada en todos sitios de Ciutat. Incluso doña María Rusiñol la relata en su libro de memorias.

Tuvo también su parte de Moraleja. Lección para aquellas damiselas demasiado curiosas que al pretender guiar, en vez de resolver enredan y todo por culpa de los celos.

Font:
Estampas de El Terreno